Es quizás la pieza más noble de todo el convento. Levantada tras el altar mayor y sobre la sacristía, era la alcoba destinada a albergar y cuidar la imagen de la Madre de Dios, que daba nombre al lugar.
Enmarcada por arcos de medio punto, resalta la cúpula semiesférica sobre pechinas, coronada por una linterna.
Al valor arquitectónico, hay que sumar la rica decoración pictórica a base de falsos frescos, y que probablemente cubrieron toda la estancia.
En la cúpula aparece una figura identificable bien con San Francisco o San Pedro de Alcántara, en actitud orante, rodeada de elementos decorativos como molduras, volutas y motivos vegetales. En las pechinas se adivinan lo que podrían ser las imágenes de los evangelistas. Y sobre una pared, el anagrama mariano dentro de una decoración de retablo.
Frente a la apertura por donde asomaba la Virgen al templo, se dibuja un antiguo ventanal, que fue probablemente el alojamiento de las vidrieras que en 1704 «quebraron» los portugueses durante el asalto al convento.
Un hueco en el muro sur comunica con una pequeña estancia, pero originalmente era el fin de la escalera que desde la sacristía subía al camarín.
En el exterior, la media naranja se levanta sobre un tambor octogonal y está rematada por la linterna, con decoración de pilastras salomónicas adosadas bajo cornisa, y remates en pináculos de forma piramidal.